Si cueces el pan con indiferencia, cueces un pan amargo que no alimenta más que la mitad del hambre del hombre. En nuestra casa no conocemos la indiferencia. Todo lo que pensamos o hacemos va embriagado de pasión y dedicación.
El cerebro es el encargado de concentrar toda la información que recibe de los sentidos y que se traduce en procesos a través de los cuales percibimos, actuamos, aprendemos y recordamos. Cuando te acerques a nuestra casa, los recuerdos de tu niñez te abordaran al oler el pan recién horneado. Estarás deseando llegar a casa y mojarlo con aceite. O deleitarte con tu mejor queso y unas uvas, siempre y cuando consigas que el pan llegue entero a tu domicilio.